martes, 23 de noviembre de 2010


Es inevitable, soy tan volnurable al vaivén del viento que siempre acabo demasiado cerca de ti. Me has roto en tantos pedazos que a veces creo que es imposible volver a ser la misma y, sin embargo, yo soy incapaz de cambiarte las etiquetas. Ojalá pudiese gritar tanto que tu recuerdo se escapase por mi garganta pero siempre me quedo corta, parece imposible salir corriendo, cerrar la puerta, aceptar abrazos de otros brazos. Y me pasa como siempre, que quiero quitarme las costras de las heridas antes de que curen y siempre acabo sangrando.

jueves, 18 de noviembre de 2010

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¿Qué duro no? Escribirte tanto a ti, que nunca has leído nada mío. He intentado ir siempre a contracorriente y siempre me haces daño. Siempre. Me he pasado los últimos años venerándote. Nadie nunca te ha tratado así. Y cuanto más buena era yo, más cruel eras tú. Y hemos llegado a un límite. Estoy durmiendo en tu puerta y tu ni siquiera has querido abrirme. Y ahora me miro en el espejo y me doy pena. Ojalá todo esto haya acabado de verdad.

domingo, 14 de noviembre de 2010

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Fue toda la vida lo mismo. La sonrisa en los labios. El pelo alborotado. Las ganas de salirse del mapa. Y nunca llegó a pasar nada. Fue la primera vez que vi el brillo en los ojos. Nunca fuiste de nadie. No sujetabas tus alas con ningún alambre. Saliste huyendo de cada problema con esa belleza innata. Mojabas tus miedos en las distancias. La espalda desnuda entre las sábanas. Los orgasmos siempre se quedaron cortos contigo. Poco a poco fueron las lágrimas. Dolor en el pecho, en la garganta, queriendo salir. Nunca fue sufiente, siempre fue demasiado. El dolor cortando los labios. Los párpados hinchados. La dulzura de las manos. Los errores desgastados. Nunca me cansaré de ti.